Silicon Valley no aprecia las muestras de agradecimiento
Pilita Clark
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Pilita Clark
Hace unos días llegué a la oficina para encontrar algo inesperado en mi escritorio: una nota de agradecimiento. Era de un colega que dijo que estaba agradecido por un pequeño consejo que le había dado y que aparentemente le había ayudado a superar una situación laboral complicada.
Hace poco, no habría pensado mucho sobre esto más allá de a) qué hombre tan atento y b) qué agradable nota. Entonces me encontré con Ryan Caldbeck, un director ejecutivo de Silicon Valley quien cree que dar las gracias es mucho más complicado y quien además piensa que puede ser activamente destructivo.
Su compañía, CircleUp, invierte en empresas startup jóvenes y el año pasado utilizó Twitter para publicar una lista de errores que había cometido cuando era un director ejecutivo novato. El número cinco fue una sorpresa. Dijo que fue un error enviar correos electrónicos de agradecimiento a inversionistas de firmas de capital de riesgo después de conocerlos, porque dio la impresión de estar “desesperado, no de ser cortés” y había sugerido que su compañía no era muy atractiva en términos técnicos.
Me quedé atónita cuando lo leí, así que le envié un correo electrónico para ver de qué se trataba. Resulta que siempre ha sido un devoto de enviar de notas de agradecimiento, pero el hábito resultó contraproducente cuando comenzó a buscar capital de riesgo.
“Cuando se trata de obtener capital de riesgo en el sector tecnológico, creo que muchos, no todos, los inversionistas de capital de riesgo ven a las notas de agradecimiento de los fundadores como una señal negativa”, dice. “Según ellos, Mark Zuckerberg y Steve Jobs no habrían enviado notas de agradecimiento porque estaban muy ocupados y porque tenían tantas opciones de financiamiento”. Es un hecho desafortunado y único en el mundo del capital de riesgo “pero sí existe”.
Esto confirma muchos de mis prejuicios sobre las profundidades huecas y sin alegría de Silicon Valley. Sin embargo, al reflexionar sobre el tema, puedo aceptar que tal vez haya momentos en que dar las gracias puede ser contraproducente.
Una de mis colegas de Financial Times se horrorizó cuando un magnate de joyería le envió un ramo de flores después de que el diario publicó su entrevista con él. Otra se sintió consternada cuando un millonario del negocio de la ropa le envió una nota escrita a mano, agradeciéndole el artículo que había escrito sobre él.
En ambos casos, los agradecidos hicieron que los escritores temieran que sus artículos hubieran sido demasiado positivos. Hubiera sido mejor no haber hecho nada.
Del mismo modo, los que buscan empleo deben tener cuidado al enviar una nota de agradecimiento a un empleador después de una entrevista porque abundan las trampas para los incautos. No hace falta decir que hay que tener cuidado y asegurar que los nombres estén bien escritos y que los títulos sean correctos.
Pero el tono también es vital. Una nota perfectamente elaborada que comienza con “Estimado tal y cual” podría estar bien para un banco de Wall Street. Yo no lo intentaría en una compañía de tecnología dirigida por jóvenes veinteañeros que usan zapatos deportivos. Tampoco enviaría una carta de agradecimiento a Goldman Sachs que comenzara con “¡Amigo!”. De hecho, no recuerdo haberle enviado a nadie una nota de agradecimiento después de una entrevista, pero puede ser porque nunca he solicitado un trabajo en EEUU.
Las encuestas muestran que una gran parte de los empleadores potenciales esperan recibir una nota de este tipo y algunos rechazarán a cualquier candidato que no envíe una. Estoy a favor de esto. En última instancia, dar las gracias es una actividad infravalorada.
Cualquiera que piense lo contrario debería leer un estudio realizado en EEUU el año pasado que mostró que las personas subestiman constantemente el placer que dar las gracias le brinda al agradecido y sobreestiman la incomodidad que pudieran sentir los receptores.
Mejor aún, deberían hablar con una abuela. He perdido la cuenta de la cantidad de mujeres mayores que he conocido a lo largo de los años quienes les enseñaron diligentemente a sus propios hijos a escribir notas de agradecimiento, pero que nunca reciben ni un mensaje de texto después de enviarles regalos de cumpleaños o Navidad a sus nietos.
Hace unos días me encontré con una que estaba tan furiosa que se había puesto en huelga: había dejado de enviarles regalos a sus nietos. Otra estaba a punto de confrontar a sus hijos para decirles que era hora de que les enseñaran a sus hijos a ser más atentos y agradecidos.
¡Bien hecho! Enseñarle a alguien la importancia de dar las gracias va más allá de enseñar buenos modales. Es un regalo que durará toda la vida, en el trabajo y mucho más allá.